Una ola arrastra todo con furia.

Y en la nada, se crea todo. Un lugar donde la desolación y la esperanza van de la mano, un lugar donde se entremezclan el terror y la fuerza; el desaliento y la superación; el sol con las estrellas; putrefacción y nacimiento. 

Se crea un perfecto caos. Y en frente de todo, yo. Con los ojos cansados, observándolo todo y los labios carcomidos por hirientes agujas clavadas entre carne y hueso.
Me dejo arrastrar por la masa tantas veces más fuerte que yo.
Ya no sé si los latidos vienen o van. Los segundos se consumen y solo sé que estoy perdida.
En un apagón de delirios descubro que en realidad no estoy perdida, estoy donde siempre, con la fiel marea dudosa que probablemente nunca alcance ordenar.

Ya no sé si todo esto sirvió de algo o sirvió de nada. Pero de nada es ahora la pérdida.
Así los recuerdos eternos, y la vida corriendo.
Indago en lo más hondo de este mugriento pozo para almacenar allí un vacío y dejar espacio a la vida, a la improvisada a largo plazo, a la que creo saber vivir.