El cielo grisáceo amenaza con oscurecerse y no quiero sobre mi cabeza más peso que el de las nubes.

Vientos que me envuelven como suspiros en esta noche de verano.

Mismo sitio, misma hora.

Podría desenredar los nudos que el tiempo libre consiguió atar y seguiría sabiendo nada, podría trenzar caminos con mis propios hilos sueltos y seguiría sin tener un lugar.

Cuando finalmente la noche cae, los sueños se despiertan mientras mi cuerpo se adormece y la realidad se pudre un poco más. Las pulsaciones se relajan y desearía caer en el abismo, pero estos tristes huesos me recuerdan el peso de la verdad, y la verdad es que no quiero caer, si no levantarme, la verdad es que quiero consumirme, si es solo para reinventarme.