lunes, julio 21, 2014
Suspiro lo que escondo, mis gritos son silencios.
Los brazos están abiertos, pero el camino es un tormento lleno de malas hierbas y retorcidas raíces esperando mi caída.
Bendita oscuridad.
Podría desempolvar la espada, pero nunca fui de las valientes.
Algo me susurra por las noches, mientras en el día, habita en el surco de mis ojos.
El aire tranquilo de la rutina, el deseo de lo esperado, todo era un error. El hielo consiguió quemar.
La luna lo teñía todo de una tenue luz y eso empezó a ser mi armonía, no había nada más, y si lo había lo desconocía.
Fui arrojada a la tierra, un lugar entre el cielo y el infierno, con diamantes y sanguijuelas, donde para volar, antes debías construir tus propias alas con sangre y lágrimas. Donde la supervivencia era lo primero; la gloria venía después.
Aún respiro por más de mil "después" endeudados.
