viernes, junio 20, 2014
Decía que cada día se consumía un poco más, que caminaba por ahí observando como el resto se empapaba en vida mientras ella salpicaba delirios.
Que ya nada la podía romper, que ahora se regodeaba en la destrucción irreparable.
Allí por donde pasaba desprendía fragmentos congelados, que se deshacían y finalmente no quedaba nada, solo una mancha en su mente en forma de eco.
Cada día era como quemar las páginas de un diario infeccioso. La llama, la luz. Las cenizas, su opio.
Si tan solo hubiese aprendido a brillar un poco entre la oscuridad, a respirar aire en lugar de hielo, a abarcar una paleta de colores y no dejarla pasar... ahora no pediría piedad al tiempo ni perdón a sus hermanos.
No creía que los vacíos acabarían pesando tanto y finalmente declaró como extinta a la especie de lobos hambrientos, ya no había más espíritus cobardes de los que alimentarse, ahora solo queda este mismo instante.
