miércoles, febrero 12, 2014
Venas de neón bajo una piel lechosa. Latidos de auxilio pues el corazón aún está vivo. Desesperados alaridos propios de un órgano herido. Mente enrevesada. Alma helada. Quiso el cielo, pero no era un ángel, bajo al infierno y le faltaba el aire. Sistema incomprendido, cadenas atadas a monstruos. Sonrisas que destilan miedo. Paradisíacos halos de luces resurgen intermitentes, porque nada es para siempre, ni un cuerpo, ni una mente.